La siguiente historia es totalmente cierta. Ojalá no lo fuera.
El año: 1997, tal vez el más feliz de toda la historia. Sandy & Papo invadían las ondas del espectro electromagnético adjudicado a la radio FM, la dichosa Internet había llegado a nuestras vidas, pero no la invadía totalmente como ahora y yo simplemente me dedicaba a la Ingeniería Topográfica Autodidacta, es decir, medía calles todo el santo día y me pateaba cuanta fiesta podía.
Fue precisamente por andar de pato y en una fiesta en la casa de no sé quién, fue que conocí a la damisela de esta historia. Voy subiendo unas escaleras, ella va bajándolas y el flechazo fue de una, contando con la suerte de que iba con unas amigas de hace muchos años. “ola kiai, mucho gusto…” charla va, charla viene, oxitocina corriendo por el torrente sanguíneo, pupilas dilatadas, sudoración juvenil, testosterona subiendo, feromonas en el aire, un cóctel de vainas que a los 19 años (míos) y los 17 (de ella, creo), fueron una cosa loca.
A mi la inocencia no me daba como para aventármele a darle un pico (todavía no me da), por lo que había que asegurar una segunda ocasión de verla y la verdad no recuerdo muy bien de qué estaríamos hablando pero le pregunté: “¿a vos te gusta la lasagna?
Es una pregunta muy rara, lo sé, pero dentro del contexto de ese momento alguna razón tendría para haberla hecho. La cosa fue que me dijo que sí y quedé de invitarla a comer lasagna.
Eso fue un fin de semana, así que para el fin de semana siguiente sería la cosa, ya que mi abuela cumplía años. Por esto sé que esta historia fue en noviembre.
Amá, debería prepararle la lasagna que usté hace a mi abuela de cumpleaños…
¿Será?
¡Uh sí, a ella le gusta y hace rato no la prepara!
Bueno, pero hay que comprar el po…
¡¡¡POOOF!!!
No había terminado mi mamá la frase y yo iba raudo y veloz hacia el LEY a comprar el pollo. No recuerdo de dónde saqué la plata, pero compré el pollo más grande que encontré, digno descendiente de los dinosaurios y tamaño pterodáctilo.
¿Y ese pollo tan grande?
Pues pa’ la lasagna de mi abuela…
¡Tan bello!
Bellísimo sí, porque yo a mi abuela la adoré a más no poder, pero esa lasagna tenía una doble intención y más porque esa semana una amiga de ella me dijo que ella quería probar esa lasagna. ¡Oh ilusión juvenil! Las cosas iban bien…
Mi mamá empezó a organizar el sábado las cosas y pues la idea era terminarla el domingo, 9 de noviembre día del cumpleaños 77 de mi abuela. La casa olía a pura pasta acompañada de la pasta de tomate, el queso, cantidades industriales de pollo y no, la lasagna no era a la Termidor, pero se me ocurrió ese nombre para este post.
Creo que alcanzaron a salir dos refactarias de lasagna. Solo era cuestión de esperar un poquito a que se enfriaran y al ataque.
Tomé la espátula, hice un enorme corte en la lasagna y de esa refractaria de unos 40×30 centímetros tomé casi la mitad de la lasagna. Papel aluminio para la envoltura, manos quemándose, huida sigilosa de la casa, agarré la moto y arranque.
Serían las 11 de la mañana cuando salí, 11:03 estaba en la casa de ella tocando, sale la abuelita y que no, que NO ESTÁ, que había salido temprano, pero que de pronto estaba donde los tíos.
Lasagna en modo volcánico.
11:13, casa de los tíos, no, que tampoco está allá, que de pronto donde el papá.
11:19, casa del papá, nadie abre.
Demos una vueltica…
11:31 casa de la abuela.
11:37 pasada por donde los tíos otra vez, pero sin tocar.
Lasagna a temperatura casi ambiente.
11:45 casa del papá.
11:50 casa de los tíos.
Las 12 del día en Cartago, sol incandescente.
Otra vueltica.
12:30 abuela molesta por la tocadera.
1:00 de la tarde.
Lasagna gélida, entrada con la cabeza en bajo a la casa y la ineludible pregunta:
¿Para dónde se fue con toda esa lasagna?
… pa’ ningún lado …
Vuelve la lasagna intacta pero desbaratada al molde, aburrimiento total y obvio el regaño por no haber estado a la hora del almuerzo con mi abuela.
Pasaron los días y vino el encuentro casual de nuevo.
¿Y mi lasagna?
Narré la historia de la entrega fallida, mostré las ampollas en mis manos de llevar ese magma y el cuello rojo por el sol.
¡Ah, es que me fui para ciclovía!
Indagando a profundidad me di cuenta que la amiga de ella que me dijo que estaba súper pendiente de la lasagna y el novio de ella (un gran amigo mío al que quiero mucho pero siempre que puedo le recuerdo este episodio), les dio por llevársela a montar bicicleta JUSTO EL DÍA EN QUE LE IBA A LLEVAR LA LASAGNA.
Y lo peor de todo LO HICIERON CON CONOCIMIENTO DE CAUSA (ok, ya no más mayúsculas).
Con el tiempo me di cuenta que la sacada fue orquestada por su queridísima amiga, no sé bien por qué, las mujeres son raras y sobre todo las que actúan con motivos misteriosos.
La cosa es que nunca se dio nada y fueron varios años así, si no era ella la que tenía novio, era yo el que tenía novia. Ya ella se fue a estudiar a otra ciudad y yo pegué también por mi lado.
Y bueno, no sé cómo más continuar esta historia, o mejor dicho, no sé cómo terminarla.
Solo puedo acordarme de aquel día, pensar en cómo hubieran sido las cosas de haber podido entregar esa lasagna y si años, muchos años después, no se hubiera perdido un viernes en la noche al dar la vuelta donde no era.
Fin.
Les dejo esta canción que por pura coincidencia me tiró el iTunes mientras escribía y que puse a sonar varias veces (aunque esta le pertenece realmente a otra historia que no sé si algún día me anime a contar).
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