Viniendo ahora de la oficina (sí, trabajé hoy miércoles primero de mayo), en una calle cualquiera y desde un sitio muy privilegiado, pude observar en un semáforo algo que me llamó mucho la atención. Nada era nada raro, solamente habían un par de buses, algunos carros, motos obviamente, pero en particular dos, una pequeña de una cilindrada máxima de unos 115 – 125 c.c. y algo vieja, y una moto grande de unos 500 o 600 c.c tal vez más, nueva.Rojo, amarillo, verde, y el tipo de la moto grande arrancó, seguramente con la fuerza que le da el motor de su máquina, obviamente dejando atrás a todos los demás y sacándoles una considerable ventaja. Pero no, ahí estaba el señor de la otra moto, viejita y echando bastante humo, pero lo siguió, primera, segunda, tercera… y sin aflojar el acelerador, lo alcanzó una cuadra y media después.
No contento con eso, lo rebasó y alcancé a notar el cabeceo del tipo de la moto grande, quien trató de acelerar, pero el tamaño de su máquina y los carros delante de él no se lo permitieron. En cambio, el otro tipo, raudo y veloz, zigzagueó entre un par de carros como diciéndole “con ese armatoste vos no me podés seguir” y siguió ganando ventaja, mientras el de la moto grande simplemente desaceleró y quedó detrás de un bus.
Pensé en ese momento que el tipo de la moto pequeña no se dejó ganar ni pisotear su hombría, su “aparato” puede que no fuera tan grande como el del otro tipo, ni tan nuevo, ni tan ostentoso, pero le funcionaba y le seguirá funcionando. Seguro pensó que es más maniobrable y que el tamaño no importa cuando lo que se tiene es empuje y berraquera.
Lo imaginé llegando a su casa, repleto de testosterona (como dicen que les sucede alos jugadores de fútbol cuando ganan un partido), con el ego henchido dentro del pecho, saludando a sus hijos y mandándolos para donde alguna tía o vecina, tomando toda esa hombría ganada durante ese arrancón y de igual forma, tomando a su esposa en brazos para hacerle el amor de mil formas, mientras recordaba como él había derrotado a su anónimo adversario.
Del otro solo pensé que tal vez no le importó, o pudo pensar alguna sandez como “en carrera larga siempre hay desquite”, o algo así.
Viendo esta escena y contemplando como el tipo de la moto pequeña y su gran humareda tomaban un puente, mientras el otro tomaba otra ruta distinta pensé: los hombres si somos muy güevones.
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